Fueron casi cinco meses, pero pareció una vida para la rafaelina que cumplió uno de sus sueños jugando en Europa, y despachándose con tres títulos en su primera experiencia en el extranjero. Candela aprovechó la oportunidad en Benfica de una manera inmejorable: rozándose con jugadoras de primer nivel mundial, adaptándose a un nuevo lugar en el mundo, gozando de las condiciones de un club de elite y elevando considerablemente su juego.

Surgió del club Ben Hur y al terminar el secundario pasó al Deportivo Berazategui, para brillar en la Liga de Desarrollo y posteriormente estampar su nombre en la primera división del club más ganador de la Liga Femenina, siendo bicampeona y una de las jugadoras de mayor progreso del básquet nacional. Por si fuera poco, la joven de 21 años combina una trayectoria deportiva en pleno ascenso con sus estudios universitarios, cursando actualmente el tercer año de la exigente carrera de Medicina en la UBA.

Los invitamos a conocer la historia y lo más destacado del presente de la jugadora que, pudiendo también desempeñarse como alera, actuó como ala pivote en uno de los mejores equipos del Viejo Continente y consagrarse en la Copa Federación, Copa de Portugal y Liga Femenina Betclic, certamen que concluyó el 8 de mayo con una final en la que aportó 8 puntos y 5 rebotes en 19 minutos. Hablamos con Gentinetta para profundizar sobre esta travesía, y conocer todo acerca de una sólida promesa de nuestra Selección Argentina.

-Tu familia conoce de básquet pero también del mundo universitario. ¿Qué tan importante es su acompañamiento en tu día a día?
-Mis hermanos menores, Delfina y Bautista, también juegan; y mis papás Sonia y Gabriel son mis dos pilares, escucho sus consejos para cualquier decisión que deba tomar. Aman el básquet, mientras que ella es médica y él ingeniero (y también supo ser jugador), entonces entienden mucho de ambos ámbitos, deportivo y académico. Antes, me costaba mucho manejar las frustraciones y la autoexigencia, pero un psicólogo me ayudó a asimilarlo, y actualmente busco calma a través de mi familia y gente cercana, ellos me ayudan a relajarme, a bajar un cambio, y me alientan a disfrutar de lo que me pasa.

-¿Y vos cómo llegaste al mundo de la anaranjada?
-Cuando era chica, mi papá todavía jugaba, recuerdo ir a verlo con mamá. Pero yo iba a baile, hasta que a mis 10 años nos empezaron a dar deportes en la escuela, y vi que se me daba bastante bien el básquet, no le tenía miedo a la pelota como mis compañeras… (Se ríe). Llegué a casa, le dije a papá que quería jugar, y él feliz de la vida me llevó al club al día siguiente. Ellos eran fanáticos, pero nunca me impusieron nada, dejaron que el básquet me encuentre y así fue.

-¿Cómo recordás esa primera etapa en Ben Hur?
-Fue muy linda, en Ben Hur me formé como deportista y persona, me pasaba toda la tarde en el club porque practicaba con cada categoría, incluido el maxi básquet de mamá. También estaba ahí el fin de semana entero porque, además de jugar, acompañaba a mis papás que estaban en la comisión del club y trabajaban en la cantina. A los 14, empecé a integrar seleccionados, y al tiempo comenzaron a llamarme de clubes de Buenos Aires, pero primero quería finalizar el secundario. Eso sí, me entrenaba extra por fuera del club, para compensar y estar a la altura de cualquier basquetbolista del país.

-Hasta que observando una final de Liga Femenina, decidiste que era hora de dar el salto. ¿Cómo se dio la adaptación a Berazategui?
-Al principio fue duro, me fui con 17 años y con mi familia íbamos juntos a todas partes, el básquet nos unió muchísimo. Pero no lo sufrí tanto gracias a Bera, que es especial, se maneja como una familia y te hace todo muy ameno, con dirigentes que por ejemplo te invitan a comer un asado el domingo para no extrañar tanto. También ese año empecé la facultad, entonces fueron muchos cambios, por eso mantengo una gran relación con el club, siempre estaré agradecida de cómo me trataron.

-Después llegó la oportunidad en Portugal… ¿Con qué te encontraste en Benfica?
-Llegué a un lugar 100 % profesional, con dimensiones gigantescas y una cantidad de recursos muy difícil de encontrar, en parte por lo grande que es el fútbol en esta institución. Teníamos sala de kinesiología y hasta una clínica dentro del club a la que podías acudir por cualquier situación. Nuestro staff contaba con todos los especialistas necesarios, teníamos controles de pesaje y antropometrías cada semana, nos brindaban suplementación e indumentaria súper completa. Como jugadora, sólo debías concentrarte en el básquet, el resto estaba resuelto.

-No sólo fue tu primera experiencia fuera del país, sino que la coronaste con tres títulos. ¿Qué sensaciones te quedan de tu paso por el extranjero?
-Como todo cambio, primero fue duro y extraño: todos hablaban portugués, entonces ni siquiera sabía lo que decían mis compañeras en el vestuario, pero luego se manejaron más en inglés y ahí me sentía mejor. La adaptación debió ser rápida, porque llegué en diciembre, pero debí integrarme al sistema de juego de un grupo que comenzó en septiembre. En Argentina, no acostumbraba a enfrentarme a jugadoras que me sacaban media cabeza y 20 kilos, pero entrené mucho para suplir esas diferencias. De a poco, fui comprendiendo lo que necesitaba el entrenador y con el correr de los partidos terminé muy bien, fue una experiencia más que positiva.

-Y en relación a lo cultural, ¿qué te llamó la atención de Lisboa?
-En cuanto a la comida, creo que Argentina es mejor, allá tienen una manera distinta de alimentarse, casi no comen carne y sí mucho pescado, pero no me gusta tanto. Claro que tampoco toman mate; de hecho, la estadounidense Taylor Peacocke miró con desconfianza el mate y lo primero que me preguntó fue si me drogaba, pero se lo hice probar y entendió que no era nada ilegal… (Se ríe). Prácticamente no tuve días libres para conocer el lugar en profundidad, pero sí me impresionó la seguridad de Lisboa, porque es una enorme ciudad capital. También pude ver al equipo de fútbol de Benfica, y la gente es muy tranquila y educada, incluso con estadios repletos y pudiendo tomar alcohol en la cancha.

-¿Qué aprendizaje te llevás desde lo técnico? ¿Cómo seguirá tu carrera de acá en más?
-Adquirí más explosión y agresividad, por la necesidad de compensar la desventaja física y por el estilo de juego. En esa liga hay jugadoras con gran efectividad, y eso te lo dan las horas y entrenamientos específicos de lanzamiento. Pero, si bien jugué como ala pivote, me gustaría seguir mejorando mis habilidades de frente al aro. Todavía estoy decidiendo mi futuro, evaluando las posibilidades que se presenten, y poniendo en la balanza también la universidad. Esta vez, fui porque eran sólo meses y en verano, entonces no me atrasaba demasiado la carrera, aunque me encantaría otra oportunidad en Europa.

-Con la Argentina disputaste torneos juveniles, de 3×3, y hasta integraste la preselección para la AmeriCup 2021. ¿Cómo viviste ese proceso? ¿Qué sentís por nuestros colores?
-Vestir la camiseta argentina es hermoso, un sentimiento de orgullo, de inflar el pecho. En cada oportunidad que tuve de representar al país, fui feliz y la viví con intensidad. Es un privilegio, el sueño de cualquier deportista y un premio al esfuerzo realizado. Por mi edad y el nivel de nuestras jugadoras, pensaba que debía esperar algunos años para una convocatoria de la Mayor, entonces me sorprendió ser citada a mis 20, pero lo aproveché, aprendí mucho, traté de absorber todo, y haber sido uno de los últimos cortes me hizo crecer en lo psicológico.

-¿Cómo ves el desarrollo del básquet femenino en Argentina?
-Creo que avanzó mucho, pero no tenemos que adquirir una postura conformista, necesitamos las mismas herramientas que el masculino. No dejo de ver el crecimiento, al contrario, siento que debemos ser agradecidas pero también saber que siempre se puede estar mejor, lo cual es una filosofía de vida. Si bien muchas somos semi profesionales por tener otras obligaciones, lo ideal sería serlo por mero desafío personal y no por falta de un contexto profesional.

-¿Qué representa tu carrera universitaria en relación a la deportiva? ¿La tomás como una distracción o en ocasiones es demasiada la exigencia?
-Es una línea muy fina: por momentos, estoy saturada del básquet y estudiar sirve para despejarme, pero en ocasiones estoy tan fatigada que sentarme en una silla es lo peor que puedo hacer, sólo quiero descansar. Con el ritmo tan intenso con el que trabajé en Portugal, y además siendo todo nuevo, no tenía la cabeza dispuesta a dividirla en dos y cambiar el chip como me pasaba acá.

-¿Cuál es tu mayor sueño en el básquet? ¿Qué le dirías a alguien que no se cree capaz de llevar adelante una carrera académica y deportiva a la vez?
-Me gustaría mucho integrar la Selección, y mi sueño es estar en un Juego Olímpico, sería una locura y ojalá en algún momento se pueda cumplir. Y tener una doble carrera es un sacrificio grande, lo vivo y entiendo de esa manera, pero cuando se van dando los logros, la satisfacción es incomparable. Es difícil y poco común, pero no imposible, se puede lograr con voluntad, constancia, organización, priorizando momentos y tomando decisiones, como en cada aspecto de la vida.